jueves, 30 de mayo de 2013

Bye Belfast

Sé, sé que ahora tocaba la segunda parte de la excursión escocesa, pero tenéis que esperar un poco. Llevamos una tarde un tanto ajetreada preparando equipaje, embutiendo toneladas de ropa envasada al vacío, jugando al tetris dentro de la maleta y pesándolas cuidadosamente  para volver a quitar y poner lo mismo. Ayer enviamos una caja de cuarenta kilos de libros y ropa de abrigo, la cual esperamos que llegue sana y salva. Y por supuesto, ha habido algo de tiempo para gastar las últimas libras en la tienda de recuerdos. Puede que algunos de vosotros seáis agraciados...

Me despido no de una ciudad, sino de un país, o dos, de una isla entera llena de recuerdos y cosas por descubrir. Belfast no es la ciudad más bonita del mundo, pero es pura historia. El otro día haciendo el tour político de los murales por los barrios irlandeses y británicos nos terminamos de dar cuenta.















Algo de información básica: Los murales de Belfast son una forma de expresión o conmemoración de hechos o personajes históricos del conflicto norirlandés. Existe un muro que separa ambos barrios de la ciudad. Tiene seis puertas las cuales se cierran al anochecer y su existencia, básicamente, es para que un bando no mate al otro. También visitamos un museo republicano donde pudimos ver trajes y armas antiguos y reconstrucciones de cárceles, así como un vídeo de las calles de Belfast en los años 70, con los tanques patrullando. Informáos, por favor. Salimos de allí con un folleto en euskera sobre el Bloque C. 

Por lo demás, ha sido una semana de despedidas emotivas en la tienda y en la oficina. Ha sido, con diferencia, el trabajo en el que más a gusto he estado y probablemente estaré. La gente de Cancer Focus son personas maravillosas que da gusto conocer y compartir tareas con ellos. Ha sido duro despedirse, y más con esto:


Ese bote de pimientos norirlandeses nos va a proporcionar muchos buenos ratos en casa. Y las postales dedicadas me han llegado. No esperaba hacer tantos lazos en tan poco tiempo. En la oficina he parado un día a la semana para hacer algo de marketing y mucho trabajo sucio (montar miles de cajas, brazaletes, packs, sobres...) además de ayudar en la maratón y algún acto más repartiendo panfletos, y he tenido pocas, pero intensas conversaciones con el staff. Son, simplemente, una gente maravillosa. Y de la tienda, qué voy a decir. Estar cuatro días a la semana en el 559 de Lisburn Road atendiendo a toda clase de clientes y realizando diversas operaciones comerciales me ha dado una experiencia vital que no desaprovecharé. Y sobre todo, por haber tenido una encargadas tan excepcionales como Sonjia y Erin y unos compañeros como Oscar, Lucy, Hilda, Mark, Joseph, Connie, Lynn, Josh, Bridie, Ciara y muchos más. 



Por siempre, de Cancer Focus.

lunes, 27 de mayo de 2013

Las aventuras de Charlie: La isla negra (I)

Existe gente que no puede estar sin perder buses de larga distancia delante de sus narices. Aclarado esto, tuve que esperar otras cuatro horas para salir (más 1'5 libras por el cambio de billete. Esto en España son como 30 euros.) Hubo suerte, ya que hacía un día estupendo para navegar por el Canal del Norte. Salímos del mismo puerto que el Titanic a bordo del Superfast, ferry de la línea Stena que por un módico precio une las dos islas. A bordo del lujoso barco uno se puede relajar en el bar o, si el tiempo acompaña, salir a cubierta. Pudimos  hacer ambas cosas. 


El trayecto es bastante rápido, dos horas y media entre que arranca y aparcan el barco en destino. Por eso, pronto divisamos la costa escocesa:

En el control de seguridad, me retuvieron unos minutos para hacerme unas preguntas (ya me explayaré al final). Pude coger el autobús a Edimburgo a tiempo y tener una excelente introducción a Escocia por la carretera de la costa y posteriormente a través de pueblos como Ayr y la ciudad de Glasgow. Sobre las seis de la tarde llegamos a destino y, qué decir, los que conozcan Edimburgo saben que eso no tiene precio. A medida que nos adentramos en la ciudad y se avista el castillo construido sobre un antiguo volcán, uno sabe que esta en territorio de otro tiempo. Y tras el castillo aparece el resto del casco viejo y sus impresionantes edificios, separados de lo nuevo por el North Bridge y los impresionantes jardines junto a la National Gallery.


Me junté con Maitane en la estación y cruzamos todo el barrio nuevo hasta el hostal. Y después a caminar por la Royal Mile. Es la calle principal de Edimburgo, cuesta de adoquines que va desde el Parlamento Escocés y el castillo de residencia oficial de la Reina en sus visitas, en línea ascendente hasta el castillo, pasando por sitios de referencia como el Ayuntamiento y la Catedral de St. Giles. Por supuesto está lleno de locales comerciales de souvenirs, tiendas de productos de lana y pubs, muchos pubs. Son frecuentes los "closes", callejones estrechos que llevan a calles paralelas entre los que se encuentran sitios obligatorios como el museo de los Escritores, en el Writer's Corner dónde se pueden ver objetos pertenecientes a R.L. Stevenson, Sir Walter Scott (dueño del monumento más alto de la ciudad, superando a Melville) y Robert Burns. Tras la cena nos apuntamos a un tour nocturno  por algunas de las zonas emblemáticas mientras el guía nos contaba historia oscura de la ciudad. Hubo tiempo para subir a la colina de Old Calton, desde donde se divisa toda la ciudad y hay mucho que escuchar acerca del cementerio y los distintos monumentos que hay en la cima


Nos retiramos pronto porque a la mañana siguiente nos pegábamos 600 kilómetros en autobús a cargo de Gray Line Tours para visitar el lago Ness y las famosas Highlands escocesas. A lo largo de varias paradas y también sin bajarnos, esto fue lo que vimos y experimentamos:









Stirling, Callander, el paso de Glencoe y el enorme macizo Ben Nevis, por la ribera de Loch Leven. Después pasamos por Fort William, siguiendo el Canal de Caledonia hasta llegar al pequeño pueblo de Fort Augustus, donde comimos en uno de los muchos restaurantes (y comprar souvenirs) que ofrece la localidad que acoge el nacimiento del inmenso Loch Ness:






Durante tres horas deambulamos por el puerto intentando abarcar con la vista los 37 kilómetros de lago insondable fuente de leyendas. Después, ya en el bus, recorrimos toda su longitud con parada para atisbar fotos en el castillo de Urquhart, cuya visita no comprendía nuestro tour. Tocaba dar la vuelta, para lo cual pasamos por Inverness, la capital de las Highlands. Parada para el té en Pitlochry y directos para Edimburgo, no sin antes divisar, bajo la lluvia, el impresionante Fort Railway Bridge:


Cansados pero satisfechos, disfrutamos de la cena en Bella Italia y nos retiramos. Aquí concluye la primera parte de la crónica escocesa.

Mañana es mi último día en la tienda y el miércoles el último en la oficina. No me quiero despedir. El viernes ya hubo un amago de despedida en la tienda porque vinieron un montón de habituales y mañana iremos a tomar algo a la salida. Va a ser bastante emocionante.

Esto se acaba.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Journey+Whitesnake+Thunder live at Odissey Arena


Ya estoy de vuelta de tierras escocesas. El viaje ha dado para mucho, así que le dedicaremos el espacio que se merece más adelante. Aun hay algo anterior que contar, ya que la noche anterior a la partida volví al Odissey para ver en directo a una tripleta de hard rock clásico que actuaba por primera vez unida en UK.


Esta vez nada de asientos en grada, esta vez tocaba vestir el negro, aguantar la cola de miles de rockeros y una vez dentro correr para ganar la primera posición. Conseguido esto, uno se da cuenta de que el público de estos grupos ya supera ciertas edades y es más calmado a la hora de situarse, así que hice lo mismo que ellos y volví con una cerveza (o parecido) a mi hueco en las primeras filas.

Thunder abría la noche. La banda celebraba la vuelta de su formación original jugando en casa con solventes temas que el público agradeció. Sintiéndolo mucho, nunca antes había escuchado al grupo así que no puedo hablar del setlist, sólo que me parecieron buenas canciones, sencillas pero efectivas, y con un directo enérgico para calentar el ambiente.

Tras la intro con My Generation de The Who, los actuales Whitesnake de David Coverdale tomaban el escenario, y la clase del que ha sido uno de los mejores frontman de la historia se hizo con nosotros. A Coverdale se le pueden echar en cara muchas cosas, como su parecido con Mercedes Milá o el estado de su voz en los últimos noches. Recuerdo críticas de las últimas actuaciones en España, hace unos años, acusándolo de llevar coros pregrabados para las notas que no puede cantar, lo cuál es una falta de honestidad para la gente que paga una entrada nada barata. Esta vez, no noté trucos. Obvio que no llega como antes y que hace lo que puede, pero sigue siendo un animal de escenario con un carisma inagotable. Cayeron los grandes éxitos de la banda, la mayoría pertenecientes a su álbum 1987, y otros nuevos con dedicatoria para los caídos Mel Galley, Cozy Powell y Jon Lord, con los que Coverdale compartió tiempo en Whitesnake y Deep Purple. La banda actual es un espectáculo, con Doug Aldrich y Reb Beach guitarreando y Tommy Aldridge a la batería mientras David recupera voz en el backstage.Siempre disfrutables. Set list aquí.

El papel principal lo desempeñaron los iconos de la FM Journey, dándonos hora y media de sus clásicos eternos. La banda sigue sonando tan mágica como siempre, como no puede ser de otra forma mientras siga ese monstruo de las seis cuerdas que es Neal Schon, aquel que con quince años estaba en la banda de Santana. El único "pero", a nivel personal, es Arnel Pineda. El joven filipino tiene una gran voz, capaz de imitar al cantante original Steve Perry que grabó los discos dorados del grupo, no digo que no. Pero no acabo de ubicarlo. Me resulta difícil ver a un chaval cantando con tipos de 60 años, por muchas ganas que le ponga. Será cosa mía. Su look y actitud tampoco ayuda, más propios de una banda de pop adolescente. Pese a todo, acabó ganándose mis aplausos, porque el repertorio clásico de Journey es imbatible. Comprobadlo aquí. Y cantar ese himno de himnos que es Don't stop believin' con todo un estadio detrás bajo una lluvia de confeti es algo que merece la pena ser vivido.


Esta foto la hicieron Whitesnake al terminar su actuación y está sacada del Twitter de David Coverdale. A ver quién me encuentra.

Pensaba contar algo de Edimburgo, pero es bastante tarde y he escrito mucho ya. Además, hoy he tenido cena de "empresa" con mis compañeras y compañero de la tienda. Me va a dar mucha pena dejarlas, así que seguiré yendo a trabajar hasta el último día. Además, hoy hemos tenido un acto de Cancer Focus en el centro y ahí hemos estado a mediodía repartiendo panfletos en la calle. Mucha gente no los cogía, pero la mayoría sí e incluso con una sonrisa. Y no se veía ni uno en el suelo. Esto en otros países es impensable.

Ahora sí, próxima actualización: Edimburgo y Escocia, y la siguiente será la última, porque esto se acaba ya.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Meat Loaf live at Odissey Arena

Like a bat out of hell 
I'll be gone when the morning comes 
When the night is over 
Like a bat out of hell I'll be gone, gone, gone 
Like a bat out of hell I'll be gone when the morning comes 
But when the day is done 
And the sun goes down 
And moonlight's shining through 
Then like a sinner before the gates of heaven 
I'll come crawling on back to you!

Meat Loaf y su banda, entre ellos su legendaria acompañante Patti Russo, se despiden del público y anoche la gira Last as Bat: Farewell Tour recalaba en Belfast, así que allí estuvimos decenas de miles de personas de muchas generaciones cantando con él. El show que lleva actualmente acompaña mucho, con proyecciones y muñecos hinchables además de un juego de luces muy bien estudiado. La banda toca lo que tiene que tocar y Meat sigue entregándose a fondo en cada canción, como lleva haciendo 40 años. Pero ya le toca retirada. El inicio por megafonía con el When I'm 64 de The Beatles justifica los motivos que tiene este excepcional músico para jubilarse. Se le nota cansado, acaba exhausto cada interpretación y no parece que se reserve parte de su voz para el final del show. Lo da todo. Su voz está en bastante buen estado, aunque a veces chille más de lo debido para llegar a ciertos tonos, o se ahogue en los más graves. O que esté empapado en sudor y jadeando desde el minuto 1. Tiene el físico que tiene y bastante bien lo lleva, con una sinceridad brutal y un corazón enorme cada vez que toma el micro o camina por el escenario mientras busca el disfrute de todo el personal que tiene delante. Por ello, por los años que llevo escuchándole y por las décadas que llevan millones de personas haciéndolo, le manifiesto una profunda admiración y así se lo hicimos saber todos anoche.



Empezó el show alternando temas clásicos con otros más modernos. El problema, creo yo, es que los temas más modernos no son demasiado buenos (el single "Los Angeloser" de su último álbum me parece hortera a más no poder incluso para Meat Loaf), pero cuando esos temas clásicos son Dead Ringer for Love con la que empezaron los primeros bailes en las gradas y la estremecedora Objects in the Rear Mirror may appear closer than they are, con proyección del videoclip correspondiente, uno sólo puede escuchar y esperar el segundo acto.  Porque sí, el público estuvo frío en este primer acto, y yo mismo no estaba muy cómodo. Entre algunos temas que no me gustaron y que no estaba todo lo cerca que hubiese querido (y sentado), puse todas mis esperanzas en ese fenomenal, legendario álbum que nos iba a presentar de comienzo a fin. Ese que superó los 35 millones de copias y permanece como uno de los mayores éxitos de todos los tiempos. Tras quince minutos de interludio y unas breves proyecciones del documental que conmemora la grabación del disco, a modo de presentación de cada una de las siete canciones, al fin el murciélago salió del infierno: 


Aquí ya todo el mundo se puso en pie, tanto en pista como en las gradas, y cantó al unísono el disco, empezando por la archiconocida Bat Out of Hell. Meat introdujo, visiblemente emocionado, épicas baladas como Heaven can Wait y 2 out of 3 ain't bad, contándonos la historia de su composición para homenajear a Jim Steinman. Ha pasado mucho tiempo, pero Meat sigue agradecido de corazón a Steinman por haberle elegido para cantar las canciones que compuso. Hubo espacio para el dueto con Patti Russo (que se pegó otro conciertazo cantando y bailando también) en la bailable y teatral Paradise by the dashboard light. El público cantó cada letra. Resonaba en cada rincón del Odissey. Fue estremecedor, de las cosas más bonitas que he visto en un concierto. Meat llegó a las lágrimas presentando la última canción del álbum, For crying out loud, donde estuvo estelar. Sencillamente. 

Y para los bises su megahit I would do anything for love (But I won't do that), la orgía guitarrística de Free Bird de los Skynyrd y el reprise de All revved up but no place to go. Y se acabó. Meat y Patti dispararon merchandising por medio de simpáticas pistolas con forma de pene con preservativo, y lanzaron sus últimos respetos al foso. Y una vez la banda abandonó el escenario, aun se quedó allí, buscando a cada persona, agradeciendo nuestro amor (u odio) incondicional por el disco tras tantos años, y recordándonos lo importante que es el público para que un artista pueda despedirse de esta forma y en lo más alto. Hubo un momento en su carrera en el que, tras unos discos poco acertados, todo se vino abajo y tuvo que empezar de cero tocando en bares, remontando el vuelo hasta retomar el éxito de antes y llegar a tocar en Wembley. Aprendió la lección y me siento muy orgulloso por él, porque pienso que la música de sus discos es única, así como la parafernalia y la temática que la rodea y, cómo no, su voz. Meat es de los buenos, alguien con una vida difícil y que triunfó esforzándose al máximo y sin olvidar a toda la gente que ha estado ahí desde entonces. Sin conocerle se le profesa un cariño tremendo, y eso se podía palpar ayer.


Adiós a una leyenda, a una voz única e insustituible. Que disfrutes de tu retiro, Meat, porque te lo has ganado.

Mañana:


Viernes:


Sábado:


Así que creo que entenderéis que no actualice en unos días, ¿no?

lunes, 13 de mayo de 2013

Eric Clapton live at Odissey Arena


Estimados lectores.

¿Podríais, por favor, descifrar la siguiente imagen?


Sé que es difícil, ya que mi posición en la grada no era la idónea ni mi cámara tiene mucho alcance, además de la iluminación del recinto. Os echaré una mano con una foto de un medio oficial, mucho más nítida:


Mucho mejor, ¿verdad? En cierto momento de la actuación, Eric anunció la presencia de un viejo amigo, paisano local. Cuando pronunció el sagrado nombre de Van Morrison, yo y todo el Odissey ovacionamos al león de Belfast mientras salía el escenario a dotar al concierto de la garra de la que Clapton carece desde hace cuarenta años. Esto fue lo que pasó:

Sobran las palabras. Un privilegio ver juntas a dos leyendas de la música, una de ellas jugando en casa (y qué casa). La voz y forma de cantar de Van sigue siendo arrebatadora. Toca en el castillo de Downpatrick el último domingo de mi Erasmus, pero me parece rizar demasiado el rizo y hay trenes que, de vez en cuando hay que dejar pasar. Centrándonos en la actuación de Eric Clapton y su banda, fue mucho mejor de lo que esperaba, si bien es cierto que por diversas razones no iba muy motivado al concierto. Tras un excelente teloneo de Andy Fairweather-Low y su banda, musicazos de primer nivel, Manolenta salió al escenario para ofrecernos un set representativo de sus cincuenta años de carrera que podéis consultar aquí. Hubo tiempo para tres temas de Derek & The Dominoes incluyendo la obligatoria Layla, aunque fuese en la versión acústica de la versión acústica porque este hombre está para lo que está. Pero para ser justos, en los temas de Robert Johnson sacó su rabia blusera y nos recordó por qué ha sido quien ha sido. Lo mismo para los nostálgicos Crossroads y Sunshine of your love. Tiene, también, una espectacular banda en la que apoyarse en la que todos tuvieron su protagonismo, sobre todo el flamante nuevo fichaje. El cantautor Paul Carrack demostró su buen gusto al piano y voces, llegando a cantar un par de canciones como solista. Finalmente, se despidieron con el fiero High Time We Went de Joe Cocker. 

 

Feliz 50º aniversario en esto de la música, Mr. Clapton.

Y mañana...




jueves, 9 de mayo de 2013

The Doors Alive at Limehouse 2

Estábamos en la sala pequeña del Limelight con una pulsera en vez de entrada y una Beck's en vez de Guinness cuando Jim Morrison subió al escenario. Secundado por una más que solvente banda, cantó Backdoor man y la enlazaron con Break on trought (to the other side).Y así sucedieron hora y tres cuartos de canciones del tirón, sin bises, que acabó con The End, como no podía ser de otra manera.


¿Qué decir del set list? Las canciones más laureadas de The Doors cayeron todas, con espacio para mi debilidad Not to touch the Earth. También para Gloria, tras la insistencia de un fan unas filas más atrás, y para viajes musicales del nivel de When the music's over o la obvia Riders on the storm. Todo no se puede pedir y me faltaron muchas joyas no tan conocidas, pero musicalmente todo estuvo a un nivel altísimo. Y ahora viene lo que quiero destacar.


Es acojonante lo de este hombre. William Scott no sólo tiene un asombroso parecido con Jim Morrison, también canta y entona con su misma voz y se mueve de la misma forma. Y todo como homenaje, sin pretender en ningún momento ser algo más. Respetuosos y tremendamente eficaces, The Doors Alive son una de las mejores formas de revivir los conciertos de la banda de Los Ángeles. Tanto ellos arriba como nosotros en el piso tuvimos una noche muy especial, y así la quisieron inmortalizar, recordándonos que al día siguiente no había que trabajar (Bank Holiday) y fotografiándonos de esta manera:



No intentéis buscarme, iba muy morado. La verdad es que lo pasé muy bien. The Doors es una de mis cinco bandas de cabecera de siempre y por momentos la experiencia era sobrecogedora gracias al buen hacer de los que estaban sobre el escenario. 

De todas formas, yo sí tenía que trabajar al día siguiente. El 6 de mayo tiene lugar el maratón anual de Belfast, y es a lo que me he estado dedicando en las oficinas de Cancer Focus todo este tiempo. Como empresa organizadora, hemos estado preparando camisetas y folletos informativos para los dos mil quinientos participantes que estuvieron corriendo por Belfast el lunes por la mañana. Aunque fuese festivo, me ofrecí a echar una mano y nos pusieron en la línea de meta a meter ruido y animar a los corredores.


Una agradable mañana. También estuve haciendo unas newsletters informativas en la oficina (además del doblaje de las 100 cajas de rigor). Estoy calibrando la posibilidad de volver a Belfast dentro de unos meses si encuentro un buen trabajo, ya que hay unos cuantos. Me gustaría quedarme en la tienda, pero eso no puede ser.

No quiero extenderme mucho. Mañana Eric Clapton y semana que viene Edimburgo y más cosas, así que ya os iré informando.