lunes, 27 de mayo de 2013

Las aventuras de Charlie: La isla negra (I)

Existe gente que no puede estar sin perder buses de larga distancia delante de sus narices. Aclarado esto, tuve que esperar otras cuatro horas para salir (más 1'5 libras por el cambio de billete. Esto en España son como 30 euros.) Hubo suerte, ya que hacía un día estupendo para navegar por el Canal del Norte. Salímos del mismo puerto que el Titanic a bordo del Superfast, ferry de la línea Stena que por un módico precio une las dos islas. A bordo del lujoso barco uno se puede relajar en el bar o, si el tiempo acompaña, salir a cubierta. Pudimos  hacer ambas cosas. 


El trayecto es bastante rápido, dos horas y media entre que arranca y aparcan el barco en destino. Por eso, pronto divisamos la costa escocesa:

En el control de seguridad, me retuvieron unos minutos para hacerme unas preguntas (ya me explayaré al final). Pude coger el autobús a Edimburgo a tiempo y tener una excelente introducción a Escocia por la carretera de la costa y posteriormente a través de pueblos como Ayr y la ciudad de Glasgow. Sobre las seis de la tarde llegamos a destino y, qué decir, los que conozcan Edimburgo saben que eso no tiene precio. A medida que nos adentramos en la ciudad y se avista el castillo construido sobre un antiguo volcán, uno sabe que esta en territorio de otro tiempo. Y tras el castillo aparece el resto del casco viejo y sus impresionantes edificios, separados de lo nuevo por el North Bridge y los impresionantes jardines junto a la National Gallery.


Me junté con Maitane en la estación y cruzamos todo el barrio nuevo hasta el hostal. Y después a caminar por la Royal Mile. Es la calle principal de Edimburgo, cuesta de adoquines que va desde el Parlamento Escocés y el castillo de residencia oficial de la Reina en sus visitas, en línea ascendente hasta el castillo, pasando por sitios de referencia como el Ayuntamiento y la Catedral de St. Giles. Por supuesto está lleno de locales comerciales de souvenirs, tiendas de productos de lana y pubs, muchos pubs. Son frecuentes los "closes", callejones estrechos que llevan a calles paralelas entre los que se encuentran sitios obligatorios como el museo de los Escritores, en el Writer's Corner dónde se pueden ver objetos pertenecientes a R.L. Stevenson, Sir Walter Scott (dueño del monumento más alto de la ciudad, superando a Melville) y Robert Burns. Tras la cena nos apuntamos a un tour nocturno  por algunas de las zonas emblemáticas mientras el guía nos contaba historia oscura de la ciudad. Hubo tiempo para subir a la colina de Old Calton, desde donde se divisa toda la ciudad y hay mucho que escuchar acerca del cementerio y los distintos monumentos que hay en la cima


Nos retiramos pronto porque a la mañana siguiente nos pegábamos 600 kilómetros en autobús a cargo de Gray Line Tours para visitar el lago Ness y las famosas Highlands escocesas. A lo largo de varias paradas y también sin bajarnos, esto fue lo que vimos y experimentamos:









Stirling, Callander, el paso de Glencoe y el enorme macizo Ben Nevis, por la ribera de Loch Leven. Después pasamos por Fort William, siguiendo el Canal de Caledonia hasta llegar al pequeño pueblo de Fort Augustus, donde comimos en uno de los muchos restaurantes (y comprar souvenirs) que ofrece la localidad que acoge el nacimiento del inmenso Loch Ness:






Durante tres horas deambulamos por el puerto intentando abarcar con la vista los 37 kilómetros de lago insondable fuente de leyendas. Después, ya en el bus, recorrimos toda su longitud con parada para atisbar fotos en el castillo de Urquhart, cuya visita no comprendía nuestro tour. Tocaba dar la vuelta, para lo cual pasamos por Inverness, la capital de las Highlands. Parada para el té en Pitlochry y directos para Edimburgo, no sin antes divisar, bajo la lluvia, el impresionante Fort Railway Bridge:


Cansados pero satisfechos, disfrutamos de la cena en Bella Italia y nos retiramos. Aquí concluye la primera parte de la crónica escocesa.

Mañana es mi último día en la tienda y el miércoles el último en la oficina. No me quiero despedir. El viernes ya hubo un amago de despedida en la tienda porque vinieron un montón de habituales y mañana iremos a tomar algo a la salida. Va a ser bastante emocionante.

Esto se acaba.

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